miércoles, 5 de octubre de 2011

Nuevo Blog

He abierto un nuevo blog llamado Japón Bungaku, http://japonbungaku.blogspot.com//, donde se hablará principalmente de literatura japonesa.
Os invito a que leáis mis artículos que no son más que una pequeñísima contribución a la difusión de la literatura nipona.
Espero que os guste

miércoles, 4 de mayo de 2011

Haruki Murakami I (1949-1982)

El escritor Haruki Murakami (村上春樹) no necesita presentación. El éxito del que ha gozado su obra ha puesto de manifiesto que existe una literatura contemporánea japonesa más abierta y alejada de los cánones conservadores que la caracterizan normalmente, reflejados en autores como Yukio Mishima o Yasunari Kawabata, los más leídos por el público occidental. La literatura de Murakami es diferente. Sin duda ha creado escuela y no son pocos los autores japoneses actuales que reconocen su influencia. Para comprobarlo no hay más que leer alguna de sus obras. Esta serie de posts va dedicada al maestro, con datos biográficos y algunos comentarios de sus obras más importantes.
  Murakami, foto de la wikipedia
Haruki Murakami nació en la ciudad de Kioto, imperial, monumental y refinada como pocas, sin embargo pasó gran parte de su infancia y adolescencia en Kobe y la zona de Kansai, que engloba Kioto, Osaka y la misma Kobe. Decidió estudiar Literatura en la Universidad de Waseda, en Tokio, por lo que se trasladó a la capital al ingresar en esta. Su época universitaria estuvo marcada por las manifestaciones de los jóvenes y grupos de la izquierda radical a finales de los sesenta. Estas manifestaciones trataban de seguir el espíritu del mayo del 68 y dar una mayor apertura a Japón, relajar el tenso capitalismo al que estaba sometida la población debido a la rápida recuperación tras la guerra. Todo ello conllevó un mayor nacionalismo. Sin embargo la pseudo revolución se fue tal y como llegó y la generación de Murakami quedó decepcionada por la escasa movilidad de la sociedad. Les dio la impresión de que todo el tumulto social no era más que afán de protagonismo de sus instigadores, y así es como Murakami lo refleja en Norway no Mori, su novela más conocida. Podría decirse que dicha obra está basada en las vivencias de Murakami en la residencia universitaria, si bien el mismo autor ha aclarado que los acontecimientos que ocurren en la novela son pura ficción. 

A la vez que trataba de terminar sus estudios se casó con la que sigue siendo su mujer, Yoko Takahashi. Tras la graduación, el joven Murakami se negaba a seguir el modelo de vida de hombre casado japonés (trabajar en una compañía con un empleo tedioso pero bien remunerado) por lo que el matrimonio decidió abrir un bar de jazz. Fue en esta época cuando Murakami escribió su primera novela, en los ratos libres que tenía al cerrar el bar por la noche.

Kaze no uta wo kike y 1973 nen no Pinboru

Estos son los nombres de las dos primeras novelas de Murakami, las dos primeras partes de una cuatrilogía. La primera novela, Kaze no uta wo kike (Escucha la canción del viento, todavía no traducida al castellano) está narrada en primera persona. El protagonista (conocido como Boku, que no es su nombre sino el equivalente informal a "yo" en castellano) cuenta cómo pasa el verano de 1970 en un pequeño pueblo costero. En el lbro aparecen numerosas citas y reflexiones literarias y supone el punto de partida del protagonista. En el libro no ocurren grandes acontecimientos, sino que tan solo se narran las angustias y las preocupaciones de unos jóvenes sobre su futuro. El mejor amigo de Boku, Nezumi (el Rata, en español), deja entrever a lo largo de la historia lo harto que está de su vida, pero no se atreve a cambiarla.
Esta primera novela ganó el premio Gunzo, lo que insufló a Murakami confianza para continuar escribiendo.
Edición japonesa de Kaze no uta o kike
1973 nen no Pinboru (El Pinball de 1973, tampoco publicada en español) es la continuación de la primera novela, y vemos a los protagonistas con más edad. En el caso de Boku, se ha trasladado a Tokio y trabaja como traductor, mientras que la Rata sigue en el pueblo tratándose de labrar un futuro como escritor. Todo gira alrededor de la búsqueda del protagonista de una máquina de pinball que le gustaba de joven y que ya no se fabrica.

En general el libro es bastante más oscuro que el anterior y ya podemos notar ciertos rasgos que caracterizan a la obra de Murakami (las enigmáticas gemelas que aparecen en el libro son un ejemplo claro).
 Edición japonesa de 1973 nen no Pinboru
Tras estas dos cortas novelas, el maestro optó por una historia de mayor envergadura en su tercer libro.

Hitsuji wo meguru bōken (La caza del carnero salvaje)

Fue la primera de sus novelas en traducirse al español. Se trata de la continuación de la historia de Boku, pero esta vez dejando de lado la cotidianeidad y adentrándose en la historia del imperialismo japonés. El protagonista deberá ir hasta Hokkaido (al norte de Japón) en busca de pistas sobre una foto en la que aparece un carnero (símbolo del mal). En la obra este mismo carnero encarna al espírito imperialista japonés, culpable de las masacres perpetradas en el continente asiático por el pueblo nipón en los años treinta y cuarenta. Boku deberá encontrarse con el decrépito cabecilla de un grupo de extrema derecha.
Edición japonesa de los dos volúmenes de Hitsuji wo meguru böken
Con este libro Murakami es crítico con su propia historia y profundiza en las barbaridades cometidas por el ejército japonés (algo que ya trataría con más detalles en alguna novela posterior).  El carnero es un símbolo del desarrollo armamentístico de Japón a principios del siglo XX. Los carneros empezaron a llegar a Hokkaido desde el extranjero durante la era Meiji, ya que no existían en el archipiélago hasta entonces. Sin embargo, fueron abandonados a su suerte por el gobierno en pos del desarrollo económico y militar. El carnero es el símbolo, en la obra, de lo que Japón no debió dejar de lado.

Como se puede ver, esta última novela es muy política y crítica con la historia. Con ella nos plantamos en el año 1982, a partir del cual Murakami publicaría algunas historias cortas antes de meterse de lleno en su obra más ambiciosa hasta ese momento: El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, publicada también en España.

En el próximo post, más.

domingo, 1 de mayo de 2011

Norway no mori (Tokio Blues)


Cuando mi amigo Alberto y yo acordamos escribir un post conjunto en nuestros respectivos blogs, sobraron las palabras para decidir el tema. El maestro Haruki Murakami  siempre ha sido no solo una afición común, sino uno de nuestros temas más recurrentes en nuestras interminables charlas. La obra de la que hablaríamos tampoco se hizo de rogar: Norway no mori, en el original, o Tokio Blues, tal y como se conoce en España (título horrible donde los haya que le quita protagonismo a la canción de los Beatles, que a parte de ofrecer el título original a la obra (versión en japonés de norwegian wood), otorga esa atmósfera acústica a la novela, ese ambiente sesentero).  Quedamos en que Alberto comentaría la novela y yo haría lo propio con la película, estrenada en Japón el año pasado.


Ha sido dirigida por el vietnamita Anh Hung Tran, algo no muy común en el cine japonés. Los protagonistas Tōru Watanabe y Naoko están interpretados por los geniales Ken-ichi Matsuyama (Gantz, Death Note) y Rinko Kikuchi (Babel) respectivamente. Dos actores en alza que constituyen uno de los dos pilares en los que se sustenta la película. El otro, sin duda, la fotografía.

Vamos por partes. La novela de Murakami supuso un antes y un después en su carrera. Escrita a medio camino entre Grecia e Italia, Norway no mori se aleja de los patrones que habían marcado el estilo de Murakami hasta entonces. Su novela anterior, traducida al español con el título de El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, fue considerada obra de culto en su país, por su complejidad y su disección del interior del ser humano, una obra vanguardista de corte cyber-punk. Para salir del atolladero mental que le había supuesto escribir dicho libro, decidió viajar por Europa para poder desconectar y escribir algo más ligero, más pop. El resultado fue una novela pseudo-biográfica en la que Murakami describe con precisión (algo no muy habitual en sus libros hasta entonces) su época universitaria, si bien los acontecimientos que ocurren en la novela son ficción, tal y como asegura el maestro Murakami en más de una entrevista. Meses más tarde decidió permanecer un tiempo más en Europa tras su publicación debido a la aprensión que tenía a la fama por el éxito que alcanzó su novela en Japón. A día de hoy es uno de los clásicos modernos de la literatura nipona y una de las novelas japonesas más reconocidas en el extranjero.

Creo que toda adaptación cinematográfica de una obra maestra no está exenta de crítica. Ahora bien, tratar de comparar la versión celuloide con la literaria no es más que una estupidez. Sinceramente, si la película fuera totalmente fiel al libro no habría necesidad de hacerla. Quiero decir que la adaptación cinematográfica es fiel en el argumento, pero no en su modo de expresar los acontecimientos. Me explico: Murakami usa una prosa sencilla, moderna y ligera que no se percibe en la obra. El director ha tenido su propia manera de manifestar el ambiente de la película (unos finales de los años sesenta muy conseguidos en vestuario, aunque algo menos en la recreación del Tokio sesentero; una fotografía espectacular, y unas actuaciones brillantes), pero esa sencillez, esa inocencia que muestra Murakami al escribir no puede percibirse en la pantalla. A mi modo de ver, la película es algo más espesa que el libro, como si estuviera cubierta por un gran nubarrón gris. Murakami escribe con lenguaje sencillo temas compicados, al contrario que muchos autores, que explican temas nimios con lenguaje complejo. Esa es la gracia del maestro, que obviamente no podemos apreciar en la película. Esa es la razón por la cual no existe dicho nubarrón en su novela. Pero no debemos ser críticos con la adaptación, pues la película, película es.

El argumento es de sobras conocido por los fans del autor: un triángulo amoroso entre el protagonista Tōru Watanabe, típico nihilista de las obras de Murakami; Naoko, novia de su mejor amigo que no puede soportar el suicidio de este último, y Midori, el contrapunto a la personalidad deprimente de Naoko e interpretada maravillosamente por la joven Kiko Mizuhara, de ojos grandes y vivaces, tal y como la imaginé al leer la novela.

La obra gira entorno a la madurez, al descubrimiento del sexo y al dolor del amor. Los protagonistas van madurando con el sexo de fondo, lo van descubriendo con dolor y sin saber lo que les va a deparar la vida. Son jóvenes en un mundo no creado por ellos, sino por sus padres. Este tema no ha quedado obsoleto en la literatura nipona. El sufrimiento que atormenta a los protagonistas es el mismo que el que nos atormenta ahora. Esta es una obra ambientada en los años sesenta, pero con un tema muy actual: la pérdida de la inocencia. Los personajes van perdiendo pureza conforme ganan años, lo que provoca una pérdida de la ilusión por la vida. Tal y como dice Naoko en una de las escenas de la película: "deberíamos estar siempre entre los dieciocho y los diecinueve. Cuando terminaran mis dieciocho, cumpliría diecinueve. Y cuando estos terminen volvería a cumplir dieciocho. Y así todo sería más fácil". Esta conversación con Tōru refleja su miedo a crecer, a madurar.

No creo que seamos pocos los que le debemos nuestra afición a la literatura japonesa a esta grandiosa novela pop del maestro Murakami. Gente joven como yo que apasionado por la cultura nipona descubrió, gracias a este título, que existe otra literatura, otro mundo, jamás inigualado por otro autor, que te hace sumergirte en un Japón paralelo, un Japón que se repite en cada una de sus novelas con un toque diferente, evolucionado, pero que sigue teniendo ese aroma inconfundible del mayor talento que ha dado la literatura japonesa contemporánea. Haruki Murakami puede presumir de no dejar indiferente a nadie. Endiosado en occidente y por la juventud nipona, pero denostado por los elitistas círculos literarios de su propio país que no saben ver más allá de Mishima o Kawabata. Estos últimos le acusan de hacer una literatura poco japonesa, cuando en realidad ÉL ha sido el mayor exponente literario actual del país. Él ha descubierto a occidente los problemas del Japón contemporáneo, una nueva filosofía y, por qué no, una nueva forma de entender nuestra época. Lo que atormenta a los personajes de Murakami no es inventiva literaria, es lo que aflige al hombre actual, al joven contemporáneo. Murakami no es japonés. Murakami es Murakami y no le hace falta más.

A partir de la semana que viene haré un especial de Murakami, comentando sus libros y con datos biográficos de interés. Espero que os guste

martes, 19 de abril de 2011

Días 13, 14 y 15: Ciudad Ho Chi Minh, Vietnam


Tras los dos intensos días en Angkor, cogí el autobús destino a Phnom Penn, capital de Camboya, donde haría un transbordo al autobús que me llevaría hasta ciudad Ho Chi Minh, al sur de Vietnam. 

El trayecto en autobús fue indescriptiblemente horrible. Carreteras muy mal asfaltadas, asientos pequeños, ambiente ruidoso, absurdas películas hongkonesas de los noventa puestas a todo trapo, conductores que adelantan sin mirar a los que vienen delante en caminos de un solo carril... Y lo peor de todo: siete horas y media para trescientos escasos kilómetros. Una fiesta, vamos.

Una vez en Phnom Penn, apenas la mitad del trayecto total que estaba dispuesto a realizar en el mismo día, tuve que confiar en el jefe de la compañía de autobuses, darle mi pasaporte y que este a su vez se encargara de ponerme el visado de entrada a Vietnam por la "módica" cantidad de 81 dólares. Sí, es un timo en toda regla, pero la noche anterior me enteré de que no se expedía el visado en la frontera con Vietnam y había que solicitarlo en las capitales con varios días de antelación, algo bastante incómodo y que le habrá fastidiado los planes a más de uno. No es broma, si llegas a la frontera sin visado no tienen ningún problema en mandarte de vuelta, visto en primera persona. 

Desde Phnom Penn hasta Vietnam, otras seis horas, se hizo más corto. Tanto por la agradable charla que mantuve durante horas con dos japoneses que hacían el mismo recorrido que yo (uno de ellos era desgraciadamente de Sendai, una de las zonas más afectadas por el tsunami que asolaría el país semanas más tarde), como por el estado de la carretera, algo mejor que la anterior.

Llegamos a ciudad Ho Chi Minh ya de noche y sorprende comprobar cómo la ciudad está mucho más desarrollada de lo que uno se imagina. Una urbe más elegante y limpia que Bangkok, al menos el centro de la ciudad. Impresionante la cantidad de motos que hay. Uno se pregunta adónde puñetas irá tanta gente motorizada a todas horas. Es como si fuera el entretenimiento nacional.

Descansado, al día siguiente quedé con los compañeros de viaje japoneses para hacer turismo juntos.
En primer lugar dimos una vuelta por los alrededores. El mercado de Ben Thanh es una buena muestra de mercado vietnamita, y más higiénico que otros que se encuentran por la ciudad. Destaca la variedad de peces y mariscos. 

Tras la breve visita al mercado anduvimos por algunas de las avenidas más amplias y elegantes que tiene Ho Chi Minh. Incluso el famoso Rex Hotel, que alojaba a los periodistas durante la Guerra de Vietnam, acoge ahora en su planta baja tiendas de lujo, símbolo inequívoco de la apertura económica que lleva realizando desde hace tiempo el gobierno comunista.

A continuación nos topamos con el monumento a Ho Chi Minh, considerado el libertador de la patria que luchó contra los estadounidensese y fue la cabeza visible de la contienda, a pesar de que murió años antes de que terminara y Vietnam se reunificara. La estatua está situada justo en frente del Edificio del Pueblo, actual ayuntamiento y de estilo francés. Me sorprendió que en algunas guías de viaje pusiera que no estaba permitido sacar fotos tanto a la estatua como al edificio. Caso omiso.

Siguiendo el camino por más elegantes avenidas llegamos hasta la Catedral de Notre Dame, la más grande de todas las que los franceses construyeron por la indochina. Si vienes de Europa no tiene mucho que comentar.
Ya al final del recorrido vemos el Edificio de la Reunificación, al que solo se puede acceder en dos horarios (primera hora de la mañana y al mediodía).

Después de un refrigerio, nos aventuramos a ir caminando a visitar algunos templos budistas vietnamitas. Desde el Edificio de la Reunificación se encontraban bastante lejos, por lo que nos llevó más tiempo del esperado.

El primero fue el famoso Templo del Emperador de Jade, llamado así por las tejas color verde jade del techo. El templo es muy vistoso por fuera debido al color rojo de su fachada. Sin embargo, por dentro resulta bastante decepcionante, sensación general de todos los templos de la ciudad que visitamos. El templo no está en absoluto preparado para el turismo, algo sin duda positivo, pues le da un toque más auténtico. Los devotos suelen pasar varios minutos al día encendiendo varitas de incienso y rezando a una pequeña estatua de Buda que hay en la planta baja. 

Una vez terminamos la visita, tomamos unos inmensos Mandu (bolitas rellenas de carne de origen chino pero muy populares en Japón, Corea y los países de sudeste asiático) que sin temor a equivocarme son las mejores que había tomado nunca. 
  
Con las pilas recargadas anduvimos un largísimo, caluroso y polvoriento camino hasta el templo LeVan Duyet, por calles llenas de talleres de motos (no podían faltar, tienen que ser un negocio allí). El templo Le Van Duyet está consagrado al general del mismo nombre, considerado un héroe nacional. Ningún símbolo budista en el recinto, lo que puede llegar a engañar un poco. Es muy común en Vietnam la creación de templos dedicados a héroes históricos, a los que los ciudadanos rezan como si de dioses mismos se trataran.

Y hasta aquí la visita a Ho Chi Minh, último destino de mi viaje. Tras un exhaustivo recorrido turístico de dos semanas, mi experiencia por el sudeste asiático llegó a su fin. Un viaje de los que no se olvidan nunca: tanto por sus imborrables estampas como por esos pequeños detalles que convierten la travesía en una aventura que merece la pena ser vivida. 

Esta entrada va dedicada a todos los japoneses y extranjeros que residen en Japón. Y en especial a Ryunosuke, de Sendai, compañero de viaje en Vietnam que espero que se encuentre bien.
 Ánimo 日本頑張れ