martes, 19 de abril de 2011

Días 13, 14 y 15: Ciudad Ho Chi Minh, Vietnam


Tras los dos intensos días en Angkor, cogí el autobús destino a Phnom Penn, capital de Camboya, donde haría un transbordo al autobús que me llevaría hasta ciudad Ho Chi Minh, al sur de Vietnam. 

El trayecto en autobús fue indescriptiblemente horrible. Carreteras muy mal asfaltadas, asientos pequeños, ambiente ruidoso, absurdas películas hongkonesas de los noventa puestas a todo trapo, conductores que adelantan sin mirar a los que vienen delante en caminos de un solo carril... Y lo peor de todo: siete horas y media para trescientos escasos kilómetros. Una fiesta, vamos.

Una vez en Phnom Penn, apenas la mitad del trayecto total que estaba dispuesto a realizar en el mismo día, tuve que confiar en el jefe de la compañía de autobuses, darle mi pasaporte y que este a su vez se encargara de ponerme el visado de entrada a Vietnam por la "módica" cantidad de 81 dólares. Sí, es un timo en toda regla, pero la noche anterior me enteré de que no se expedía el visado en la frontera con Vietnam y había que solicitarlo en las capitales con varios días de antelación, algo bastante incómodo y que le habrá fastidiado los planes a más de uno. No es broma, si llegas a la frontera sin visado no tienen ningún problema en mandarte de vuelta, visto en primera persona. 

Desde Phnom Penn hasta Vietnam, otras seis horas, se hizo más corto. Tanto por la agradable charla que mantuve durante horas con dos japoneses que hacían el mismo recorrido que yo (uno de ellos era desgraciadamente de Sendai, una de las zonas más afectadas por el tsunami que asolaría el país semanas más tarde), como por el estado de la carretera, algo mejor que la anterior.

Llegamos a ciudad Ho Chi Minh ya de noche y sorprende comprobar cómo la ciudad está mucho más desarrollada de lo que uno se imagina. Una urbe más elegante y limpia que Bangkok, al menos el centro de la ciudad. Impresionante la cantidad de motos que hay. Uno se pregunta adónde puñetas irá tanta gente motorizada a todas horas. Es como si fuera el entretenimiento nacional.

Descansado, al día siguiente quedé con los compañeros de viaje japoneses para hacer turismo juntos.
En primer lugar dimos una vuelta por los alrededores. El mercado de Ben Thanh es una buena muestra de mercado vietnamita, y más higiénico que otros que se encuentran por la ciudad. Destaca la variedad de peces y mariscos. 

Tras la breve visita al mercado anduvimos por algunas de las avenidas más amplias y elegantes que tiene Ho Chi Minh. Incluso el famoso Rex Hotel, que alojaba a los periodistas durante la Guerra de Vietnam, acoge ahora en su planta baja tiendas de lujo, símbolo inequívoco de la apertura económica que lleva realizando desde hace tiempo el gobierno comunista.

A continuación nos topamos con el monumento a Ho Chi Minh, considerado el libertador de la patria que luchó contra los estadounidensese y fue la cabeza visible de la contienda, a pesar de que murió años antes de que terminara y Vietnam se reunificara. La estatua está situada justo en frente del Edificio del Pueblo, actual ayuntamiento y de estilo francés. Me sorprendió que en algunas guías de viaje pusiera que no estaba permitido sacar fotos tanto a la estatua como al edificio. Caso omiso.

Siguiendo el camino por más elegantes avenidas llegamos hasta la Catedral de Notre Dame, la más grande de todas las que los franceses construyeron por la indochina. Si vienes de Europa no tiene mucho que comentar.
Ya al final del recorrido vemos el Edificio de la Reunificación, al que solo se puede acceder en dos horarios (primera hora de la mañana y al mediodía).

Después de un refrigerio, nos aventuramos a ir caminando a visitar algunos templos budistas vietnamitas. Desde el Edificio de la Reunificación se encontraban bastante lejos, por lo que nos llevó más tiempo del esperado.

El primero fue el famoso Templo del Emperador de Jade, llamado así por las tejas color verde jade del techo. El templo es muy vistoso por fuera debido al color rojo de su fachada. Sin embargo, por dentro resulta bastante decepcionante, sensación general de todos los templos de la ciudad que visitamos. El templo no está en absoluto preparado para el turismo, algo sin duda positivo, pues le da un toque más auténtico. Los devotos suelen pasar varios minutos al día encendiendo varitas de incienso y rezando a una pequeña estatua de Buda que hay en la planta baja. 

Una vez terminamos la visita, tomamos unos inmensos Mandu (bolitas rellenas de carne de origen chino pero muy populares en Japón, Corea y los países de sudeste asiático) que sin temor a equivocarme son las mejores que había tomado nunca. 
  
Con las pilas recargadas anduvimos un largísimo, caluroso y polvoriento camino hasta el templo LeVan Duyet, por calles llenas de talleres de motos (no podían faltar, tienen que ser un negocio allí). El templo Le Van Duyet está consagrado al general del mismo nombre, considerado un héroe nacional. Ningún símbolo budista en el recinto, lo que puede llegar a engañar un poco. Es muy común en Vietnam la creación de templos dedicados a héroes históricos, a los que los ciudadanos rezan como si de dioses mismos se trataran.

Y hasta aquí la visita a Ho Chi Minh, último destino de mi viaje. Tras un exhaustivo recorrido turístico de dos semanas, mi experiencia por el sudeste asiático llegó a su fin. Un viaje de los que no se olvidan nunca: tanto por sus imborrables estampas como por esos pequeños detalles que convierten la travesía en una aventura que merece la pena ser vivida. 

Esta entrada va dedicada a todos los japoneses y extranjeros que residen en Japón. Y en especial a Ryunosuke, de Sendai, compañero de viaje en Vietnam que espero que se encuentre bien.
 Ánimo 日本頑張れ