viernes, 18 de febrero de 2011

Día 10: Llegada a Siem Reap

El viaje duró algo más de veinticuatro horas. El recorrido de retorno fue exactamente igual que el de ida. Ya en Bangkok un conductor nos esperaba a los que habíamos contratado el mismo transporte para llevarnos hasta la frontera. El viaje se hizo más o menos entretenido gracias a que todos los viajeros éramos europeos y conectamos muy bien. Desde luego uno no deja de sorprenderse con los viajes que hace la gente por el mundo.
 La frontera entre Tailandia y Camboya es, posiblemente, el lugar más pobre que haya visto jamás. Un terreno arenoso donde no hay absolutamente nada: solo cuatro casas, un arco de bienvenida a Camboya y, eso sí, mucha gente. El proceso para conseguir un visado de entrada, obligatorio incluso para turistas, es bastante engorroso y lento, pues tardó algo más de dos horas a pesar de que tampoco había tantos turistas. Rompe el corazón ver a niños tirar carros enormes, trabajar con tractores o simplemente estar tirados en el suelo.
Desde la frontera, cogí un taxi con los chicos daneses que conocí en el autobús y, tras dos horas de viaje de nuevo, por fin llegué al hotel, en la ciudad de Siem Reap. El larguísimo viaje me dejó exhausto y sin ganas de separarme del aire acondicionado de la habitación.
 
Siem Reap es la ciudad (o mejor llamémoslo un lugar con más de dos casas juntas) más cercana a las ruinas de Angkor. Por este motivo, todos los turistas escogen esta pequeñísima ciudad, lineal y apenas sin asfaltar, como lugar de alojamiento para visitar los templos.
Mañana por fin comprobaré si los templos de Angkor hacen honor a su fama.

Días 5 a 9: Ko Samui

El frío que pasé en el tren me dejó mal cuerpo. No entiendo cómo pueden poner el aire acondicionado tan fuerte. No exagero si digo que podíamos estar a 5 grados.
Llegué a la estación de Surat Thani por la mañana, pero luego hasta Ko Samui aún quedaba un largo camino. Desde Surat Thani tuve que coger un par de autobuses hasta el puerto, donde a su vez monté en el ferry. Cada uno de los trayectos duraba más de una hora, por lo que finalmente no pude llegar al hotel hasta las tres de la tarde. En Bangkok el transporte no estaba mal del todo, pero ya en el sur del país es un auténtico desastre. Las compañías de tours y viajes organizados se las ingenian para meter a varios grupos en el mismo autobús, por lo que si tienes la mala suerte de bajarte en el último destino, tu viaje tardará bastante más de lo previsto. Viéndolo en el mapa, no son más que unas pocas decenas de kilómetros, pero mi viaje desde la ciudad de Surat Thani hasta el puerto tardó casi tres horas precisamente por eso. 
El trayecto en ferry tardó unas dos horas aproximadamente, bastante agradable por tratarse del primer sol de la mañana. Una vez en el puerto de Nathon cada uno debe arreglárselas para llegar a la playa donde tiene el hotel. Es aquí donde intentan aprovecharse descaradamente de los turistas, pues los taxis pedían 600 bats hasta la parte oriental. Cogí una mini furgoneta roja que trasladaba a otros tailandeses por solo 100 bats, un precio más que razonable.
Durante los siguientes cuatro días no hice más que disfrutar de la playa. Aunque personalmente me gustaron más las costas de la península de Yucatán, en México, las de Ko Samui tampoco estuvieron mal del todo. Quizás me esperaba demasiado y el tiempo no ayudó, ya que hacía bastante viento y el mar estaba bastante embravecido, por lo que no dejaba relucir ese famoso color azul verdoso.

La isla no tiene ningún interés cultural, a excepción de un pequeño Wat que hay al norte. Por la mañana está bastante llena de parejas mayores (al menos la playa donde yo estaba, Lamay), y por la noche la gente joven (y no tanto) salía a beber en un ambiente de prostitución y pederastia que a mí no me hizo ninguna gracia. Puede que me equivocara de playa, o no, pero no deja de ser vergonzoso que los occidentales vayan a una isla perdida en el mar, donde ni siquiera había policía, para tener sexo con menores. La fama de Tailandia con respecto a la prostitución infantil no es una leyenda. Es la realidad pura y dura, y lo que más duele es que seamos los occidentales, que se nos llena la boca hablando de los derechos humanos, los que empeoramos la situación. Palabrería barata occidental. A ver si dejamos de ser tan sumamente cínicos y damos ejemplo de una vez.
Tras los cuatro días de reflexión, hice el camino de vuelta a Bangkok del mismo modo. Y con las mismas vueltas, claro está. Desde Bangkok cogeré un autobús que me llevará hasta el corazón de mi viaje, el motivo por el que he llegado hasta aquí: las ruinas de Angkor, en Camboya. Si es tan solo una décima parte de lo impresionante que dicen que es, estoy seguro que no decepcionará. Veremos qué tal.

domingo, 13 de febrero de 2011

Día 4: Adiós, Bangkok

Antes de dejar el hotel cogí un barco, el Express Boat, para recorrer el río Chao Phraya y llegar al templo Wat Arun. Es, sin duda, el medio más cómodo de llegar. Nos podemos bajar en el puerto número 8 y coger una pequeña balsa que nos lleva hasta la orilla opuesta.

Wat Arun
Llamado así por estar dedicado a Aruna, diosa hindú del amanecer, su estilo difiere bastante de otros templos de la ciudad. Compuesto por un prang central (torre propia de los santuarios hindúes que simboliza el monte Meru, donde habitan los dioses) enorme y cuatro más pequeños en las esquinas. Se puede subir hasta la mitad aproximadamente del prang central, y merece la pena el esfuerzo de escalar esos peldaños imposibles para disfrutar de las vistas del río desde lo alto. El esfuerzo de subir los escalones, muy estrechos y altos, simboliza la dificultad de lograr alcanzar los niveles más altos de la existencia humana. La imagen de las torres vistas desde el río tampoco tiene desperdicio.
  Con este templo podemos observar muy bien el sincronismo del hinduísmo con el budismo. La fe budista se ha caracterizado en toda su historia por ser tolerante y abierta, por lo que el sincronismo de esta con otras religiones y culturas no es nada extraño en los países asiáticos. Esta fusión del budismo (a nivel tanto artístico como religioso) con otras religiones no solo se da con el hinduísmo, propia del sudeste asiático, sino que también podemos encontrarla en Japón, con el sintoísmo; en Corea, con el confucianismo (este, más bien una filosofía), y en China, con el Taoísmo.

Este es el tercero y último de los principales templos de Bangkok. Si vamos a estar un solo día de visita por la ciudad, el recorrido recomendado es: Wat Arun, Wat Pho, Wat Phra Kaeo. Nos dará una vista general del budismo tailandés.
Tras esto, volví al hotel a recoger mis cosas y me dirigí caminando a La zona este de Sanam Luang, donde se ubica un gran número de templos menores, no por ello menos espectaculares. Además, su escasa afluencia de turistas me permitió disfrutar mucho más de un ambiente más místico.

Wat Ratchabophit
Cerca de Sanam Luang, no entra en la lista de templos principales, pero dicidí visitarlo por estar en una zona con templos muy cercanos entre sí.
La entrada es sobrecogedora, con unos detalles en la arquitectura del pabellón principal y los muros que no había visto en otros templos. Tiene una estructura circular y su estilo es una mezcla asiática con influencias europeas, bastante común en los templos de Bangkok. Fue construido durante la segunda mitad del siglo XIX y las piezas que forman los coloridos muros y columnas están echas de porcelana. El pabellón principal es de estilo de Sri Lanka, donde el chedi (la columna dorada de la foto) se encuentra sobre este.

Wat Suthat
De construcción más temprana que el anterior, su blanco pabellón (wihan) es el más grande de la ciudad. Tuve la suerte de entrar cuando un monje estaba oficiando unos rezos, por lo que encontré a bastantes fieles en el pabellón recitando las escrituras. La lectura se hace con cánticos indescriptibles, que recuerdan a invocaciones o ritos místicos. Toda una experiencia, diferente de las que había presenciado en Japón o Corea. El Buda del interior es inmenso, y los murales vuelven a ser imponentes: ofrecen una representación de la cosmología budista.
En el exterior del wihan tenemos un gran número de estatuas de Buda muy similares a las del Wat Phra Kaeo.

Wat Rachanadda
Desafortunadamente, el templo estaba en reconstrucción, aún así se podía visitar por fuera, con el consiguiente estorbo de los andamios. El pabellón es metálico, algo muy poco común en Tailandia, y el chedi es también de estilo de Sri Lanka.
Fuera del templo hay un larguísimo mercado de amuletos y demás artículos budistas.


Por último, vi el exterior del Monte Dorado, llamado así porque tiene un Wat con un chedi de oro en la cima. No tiene demasiada altura y se asimila más bien a una pequeña colina. Antiguamente, era el lugar donde se realizaban las cremaciones.
 
Tras este maratón turístico, cogí el autobús hasta Siam Paragon, el centro comercial más espectacular de Bangkok, para descansar hasta la noche. Atestado de gente, estos grandes almacenes se encuentran en la conocida plaza de Siam, y te hace olvidar la pobreza de otras zonas. Aunque desgraciadamente la clase social con bajo nivel adquisitivo aún sigue siendo numerosa, existe una creciente clase media que se deja ver por estos lares para quemar la tarjeta de crédito.

Por fin llegó la noche y fui a coger el tren a la estación Hua Lamphong. De noche presenta un aspecto bastante tétrico, con luces muy tenues, sin aire acondicionado y un ambiente de principios del siglo XX. Incómoda, quizás, pero con espíritu propio.
Se presenta una larga noche sentado en el tren, esperando por fin a vislumbrar el por tanto tiempo ansiado mar.

Día 3: Ayutthaya

Día bastante movidito... Cogí el tren destino a Ayutthaya en la estación Hua Lom Bong. El precio irrisorio del billete ya me hizo presagiar las condiciones en las que estaría el tren. El trayecto, aunque estipulado en hora y media, duró algo más de dos horas, además del retraso de veinte minutos con el que partió. Sin aire acondicionado y con el sol directamente de lado, era mejor tomarse las dos horas de viaje con paciencia.
Una vez en Ayutthaya, los tuk-tuk y agentes de viaje agobiaban a los turistas con ofertas. Hay que tener especial cuidado porque estos pueden convencerte de que el templo al que te diriges está en la otra punta de la ciudad para que te montes en sus vehículos, cuando en realidad el lugar está al lado mismo. Aunque esto es muy característico de Tailandia en general, por lo que he podido comprobar.


Hubiese sido preferible alquilar una bicicleta individual, pero yo, espartano donde los haya, decidí ir a pie, error fatal con desastrosas consecuencias.
Empecé la visita por el templo Wat Ratchaburana y seguí con el Wat Phra Mahathat, el más famoso de la ciudad. Ayutthaya fue la capital del reino del mismo nombre, que precedió al de Siam, antiguo nombre del Reino de Tailandia. Vivió una época de esplendor cultural y militar, hasta que la ciudad fue saqueada por los birmanos en 1767. Debido a esto, todo lo que queda en Ayutthaya son ruinas de una cultura que fue la antecesora del arte tailandés del siglo XIX. Los templos se considera que tuvieron un estilo arquitectónico muy parecido a los que podemos encontrar en Bangkok. Sin embargo en Ayutthaya solo encontraremos los cimientos de lo que fue, lo que no menosprecia su valor cultural. Destaco la cabeza de Buda rodeada de las ramas de un árbol.
 
Tras la visita del segundo templo, y en busca del tercero, el espíritu aventurero me convenció de que cogiera un atajo, atravesando la parte seca de un río. No estaba tan seca como imaginé y la tierra me tragó literalmente, cubriéndo me hasta el pecho. Afortunadamente unos chicos lugareños que estaban por allí me ayudaron a salir con un palo (los chavales estaban muertos de risa, claro está, pero tampoco les iba a quitar yo la diversión, con tal de que me salvaran...). Por suerte, todo el equipo que llevaba (cámara, iPad, guía, cartera...) quedó a salvo en la mochila.
El barro pesaba y no podía caminar mucho rato en esas condiciones, menos aún entrar en algún lugar turístico. A pocos metros del maldito río estaba la familia que me ayudó. Tenían una especie de restaurante para turistas, vendían bebidas y ofrecían transporte. El anciano de la familia me ayudó a quitarme el barro con la manguera, pero no tardó en venir el resto de gente para echar una mano o para curiosear un rato. Estuvimos bastante tiempo limpiando toda la ropa. Una señora me regaló un pantalón corto y tras darle veinte mil veces las gracias, me llevaron hasta la estación de autobuses, pues mi humor ya no estaba como para continuar haciendo turismo. No sé que hubiese pasado si no fuera por la amabilísima familia que salió de la nada. Me dijeron que cuando volviera a mi país hablara sobre ellos, y aquí esta, pues, mi agradecimiento. Lástima no haberme echo una foto con ellos.
Durante el trayecto en tren de vuelta a la ciudad, conocí a un par de chicas japonesas que, a pesar de tener tan solo veinte años, estaban haciendo un viaje por todo el sudeste asiático, incluido Laos y Myanmar. Con un par, sí señor.
Ya en la ciudad, tras ducharme y mandar a la tintorería toda la ropa enfangada fui a darme una vuelta por Silom, otro de los lugares modernos de la ciudad. El acceso fue fácil: una vez en la Plaza Siam, que visité el día anterior, se toma el Skyline, tren que recorre la zona en dos líneas sobre la carretera. Unas vistas muy bonitas, sobre todo si se coge de noche.
Silom es como Siam Square pero con mercadillos para los extranjeros, donde se pueden conseguir desde recuerdos de viaje hasta ropa, bien barata si sabemos regatear.
Se nota la mano japonesa en las zonas modernas de Bangkok. La mayoría de las tiendas, restaurantes o grandes almacenes son nipones. No solo eso, sino que el noventa por ciento, sin exagerar, de los coches que se ven en la ciudad son de la marca Toyota. Parece ser que han hecho un buen negocio con los tailandeses. Si entras en cualquier supermercado o tienda de veinticuatro horas, la mayoría de los productos que verás son japoneses. Además de verse bastantes chicas de estilo Gal por la ciudad. Han sabido bien vender su cultura moderna.
Mañana último día en Bangkok. A disfrutar de más templos y por la noche, rumbo a la playa.

Día 2: Bangkok cultural

Una sola mañana ha sido suficiente para dejarme atrapar por la capital tailandesa y olvidarme de las hileras de hormigas del hotel. El patrimonio cultural de Bangkok es tan impresionante que nada tiene que envidiar a ciudades históricas tan renombradas como Roma o Kioto. Vamos por partes.
Sin tomar escarmiento de los tuk-tuk, por la mañana decidí montarme en otro, esta vez mucho más tranquilo. La razón por la que lo hice es que un amabilísimo abuelo tailandés me recomendó un recorrido turístico (innecesario, pero tampoco voy a menospreciar la buena fe del hombre) y me recomendó que utilizara el mismo tuk-tuk para todo el trayecto. De esta forma, tras acordar con el conductor 40bats (1.4 euros) por el viaje completo nos pusimos en marcha rumbo al primer templo del día: el Wat Indrawihan, famoso por su gran estatua de Buda y que el anciano se empeñó en que visitara, pues no estaba en mis planes iniciales. Tampoco tiene mucho que destacar y además no pillaba de camino, pero como primer punto de visita no ha estado nada mal. 

  
Tras esto el tuk-tuk me llevó a una agencia de viajes para contratar los transportes a la isla de Ko Samui y a Angkor, en Camboya. Me soplaron 5000 bats del ala (unos 120 euros) pero al menos tengo la tranquilidad de que llegaré hasta Camboya sin problemas (o no). Ya veremos si me equivoqué al contratar el viaje.
Acto seguido, el tuk-tuk puso rumbo a uno de los templos más famosos de la ciudad.

Wat Pho
Este templo, un poco más al sur del Gran Palacio, destaca por albergar la enorme estatua del Buda Tumbado, además de ser el centro de educación pública más antiguo del país. Fue mandado a construir por el rey Rama I (primer rey de la dinastía Chakri) en 1780. En el interior podemos ver 4 chedi (especie de torre que sirve para albergar alguna reliquia de Buda) , cada una mandada a construir por un rey Rama diferente. Los chedi son quizás el elemento más importante de los templos tailandeses, pues estos se crearon para protegerlos.
El Buda Tumbado es una estatua alargada gigante que se encuentra en un pabellón adornado con murales. Más que esta estatua, destaca el Buda dorado del bot (pabellón) principal, rodeado de una atmósfera oscura conseguida por el color de los murales de las paredes, que realza aún más el color dorado del Buda sentado. Al igual que en muchos otros wat (templo), los murales describen la historia del Ramakien, una leyenda tailandesa sobre la lucha entre el bien y el mal.
Al terminar la visita y tras caminar todo recto, encontramos el templo más sagrado de la ciudad.

Wat Phra Kaeo y el Gran Palacio
Este es el mayor atractivo de la ciudad en cuanto a cultura budista se refiere. Es un gran recinto al aire libre que alberga tanto el templo Wat Phra Kaeo, que acoge el famoso Buda de esmeralda, como el Gran Palacio, antigua residencia de los reyes.
Fueron creados en el siglo XVIII para celebrar la inauguración de Bangkok como capital del país. Los reyes se alojaron en el palacio, muy fastuoso, hasta 1946, cuando el actual rey tomó el poder y decidió que no era adecuado que la residencia real estuviera en dicho sitio. El palacio no tiene mayor interés sin más, lo que personalmente merece la pena es el templo, a excepción del lujosísimo Salón del Trono de Dusit.
El bot central del templo da cobijo al Buda de esmeralda, la escultura más sagrada del país, más por la leyenda que la rodea que por su valor artístico real.
Por todas las paredes del templo (incluso en los muros exteriores), podemos observar los murales que describen el Ramakien que, dicho sea de paso, son los más grandes de la ciudad: un total de 178 escenas de la historia. Todo el complejo constituye una ciudad en miniatura, aunque a diferencia de otros templos, no es residencia para los monjes.

La entrada al recinto me ha parecido un poco cara comparándola con otros lugares turísticos (350 bats, algo más de 8 euros) y más teniendo en cuenta que los tailandeses no pagan. Además, hay que tener cuidado con las indicaciones, pues no se puede retroceder en la visita si quieres volver a ver algo o te has perdido. Al mínimo despiste te puedes encontrar fuera del recinto sin poder volver a entrar.


Tras la extensa visita a los dos templos, encontré en la misma calle el Museo Nacional, muy interesante para hacerse una idea de la historia del país y con un par de edificios que son verdaderas joyas arquitectónicas.
Ya por la tarde cogí el autobús hasta la Plaza de Siam, distrito de ocio de la ciudad donde se concentra un gran número de centros comerciales modernísimos y abarrotadísimos. Tengo que decir que en Bagkok la mayoría de la gente chapurrea el inglés, lo que hace muy cómoda la comunicación con los lugareños.

Al volver, me bajé en la plaza del Monumento a la Democracia, con manifestación de los camisas rojas incluída.

Mañana, a Ayutthaya, antigua capital del reino.

Día 1: Llegada a Bangkok

Tras una corta espera en el aeropuerto de Kuala Lumpur, muy exótico y con mini selvas de por medio, embarqué en el avión con destino a Bangkok. Tengo que decir que la cena que sirvieron durante el vuelo es de las mejores que he probado en un avión. Bien simple: arroz indio con brochetas de pollo con una salsa de curri con sabor a almendras.
Una vez en el aeropuerto de Bangkok, la espera para pasar el control de pasaportes fue interminable, y eso que estaban todas las ventanillas disponibles. Y es que en la era de la informática siguen haciendo las anotaciones a boli.
 Cerca de Kao San Road, calle de los albergues
Para ir a la ciudad tuve que coger el tren de cercanías que une el aeropuerto con el centro. Al bajarme en la estación de Phaya Thai anduve durante una media hora, con la intención, iluso de mí, de llegar caminando hasta el hotel, el cual se encontraba en la otra punta de la ciudad. Harto de andar con la mochila a cuestas me aventuré a coger un taxi, y viendo que no paraba ninguno decidí montarme en una moto a tres ruedas que hacen de taxis turísticos: los famosos tuk-tuk. Desde el momento en el que me bajé en Sanam Luang, aprecio más mi vida. Si me quejaba del tráfico caótico en Seúl, Bangkok es ya el no va más... Vivir un pique entre dos moto-taxi es una experiencia que te hace replantearte la vida...

Sanam Luang es un gran parque con innumerables puestecillos de comida, amuletos y artículos varios. Es el lugar por excelencia para pasar un tranquilo domingo en Bangkok y para los tailandeses es un lugar espiritual, donde se realizan las cremaciones reales y otras ceremonias de la corona.
Un Tuk-tuk

El hotel (más bien una pensión) no costó encontrarlo, pues está en una zona que más bien parece un enorme puticlub. Y es que Bangkok por la noche, y que me perdonen los tailandeses, se asimila más a un gigantesco centro de marcha que a una capital. Al menos esta es la primera impresión al llegar. Veremos cómo evoluciona. Por ahora lo primero que se me viene a la cabeza es que tenía que haber subido un poco el presupuesto para el alojamiento. Esas hormigas en el cuarto de baño me van a hacer una compañía inesperada e innecesaria estas tres noches.

Mañana, templos y museos.

martes, 8 de febrero de 2011

Viaje por el sudeste asiático 東南アジア旅行

Durante las próximas dos semanas tendré la oportunidad de visitar el sudeste asiático, concretamente Tailandia, Camboya y Vietnam. El tour es el siguiente: Bangkok, Ayuthaya, Ko Samui, Angkor, Ho Chi Minh City.
No sé si la conexión a Internet de dichos países me permitirá actualizar el blog todos los días, como es mi intención.
De todos modos, iré escribiendo sobre el viaje siempre que me sea posible.
Espero que os guste.

Turismo por Seúl III - ソウルの観光 第三

Y vamos con la última parte de la serie de post sobre el turismo en Seúl. Con esta serán en total 6 días, tiempo más que suficiente para visitar lo más destacado de la ciudad.

Día 5

Para empezar el día podemos ir a visitar el templo Jogyesa, sede del budismo Jogye en Corea (la rama más popular del Budismo en el país). El templo no es nada antiguo pero merece la pena visitar para poder presenciar algunas de las ceremonias que realizan los monjes por la mañana. Además, justo detrás del edificio central podemos encontrar el Museo de historia budista de Corea, que si bien es bastante pequeño, puede ayudarnos a hacernos una idea de la importancia del budismo en la historia coreana. Para acceder al templo podemos bajarnos en la estación Anguk, línea 3.

Tras la visita al templo podemos recorrer la interesantísima zona de Insadong, conocida por sus numerosas tiendas de artesanía y de artículos tradicionales. También es un buen lugar para almorzar barato y con platos típicos coreanos.

Volvemos a la zona de Ghwanghamun para visitar el que quizá es el palacio más bonito de Corea: el Changdeokgung. Para acceder a él podemos ir bien caminando desde la estación Ghwanghamun, si tenemos tiempo ya que está algo lejos pero el paseo se agradece, o bien bajarnos en la estación Anguk, línea 3.

Hasta el año pasado, era necesaria una reserva previa y hacer la visita con guías para poder acceder al palacio. Sin embargo, desde verano de 2010, podemos entrar libremente sin tener que recurrir a los guías que facilitan.
Después del palacio podemos ir a Bukchon, un conjunto de casas tradicionales coreanas, algunas de las cuales se pueden visitar, que están encaramadas en cuestas. Las casas no tienen el mayor interés por dentro, pero desde el exterior podemos hacer fotos realmente bonitas.

Al atardecer podemos subir hasta la torre de Seúl en autobús, desde donde podemos deleitarnos con una magnífica vista de la ciudad de noche.
Día 6

Por la mañana podemos ir al mercado Nandaemun, el más famoso de la ciudad. Es enorme y muy transitado, aunque a veces las normas higiénicas brillen por su ausencia, especialmente los días de lluvia en verano. Para acceder al mercado podemos bajarnos tanto en la estación Hoehyeon como en Myeongdong, línea 4.
Cerca del mercado tenemos Myeongdong, famosa por la cantidad de japoneses que funden sus tarjetas de crédito en las numerosas tiendas de la zona. Es, sin duda, el centro de compras de la ciudad y un buen sitio para comer.


Cuando nos hayamos hartado de las compras podemos dar un paseo por Cheongyechon, un arroyo artificial que cruza la zona de Ghwanghamun y que ha sido objeto de disputa política y ciudadana por los altos impuestos que requiere su manteniemiento.

Las zonas de Ghwanghamun y Myeongdong están muy cerca entre sí, por lo que si las fuerzas no nos fallan, no es necesario coger ningún medio de transporte para desplazarnos.


Pues eso es todo. Evidentemente quedan bastantes sitios por mencionar, como Samcheong o las afueras de Seúl, pero considero que estos son los lugares más destacados para realizar una visita de 5-6 días a la ciudad.

Las mejores épocas para viajar por Seúl son primavera u otoño, ya que tanto en verano como en invierno las temperaturas son extremas. Además, si viajamos en abril octubre, incluso podremos disfrutar de los árboles de cerezo en flor en primavera, o de las hojas de arce color rojo en pleno otoño.