Después de mucho tiempo sin actualizar, retomo las riendas del blog con algunos temas que, si bien son algo serios, son interesantes a mi parecer.
Desde hace varios años es también conocida en occidente la inestabilidad de la política japonesa, con la sorpendente razón de a más de un cambio de presidente por año. Vamos a ver hoy el porqué de esta situación que, por increíble que parezca, no es nada nueva.
Aunque la forma de hacer política en Japón se asentó a finales del siglo XIX con los últimos coletazos de la reforma Meiji, que pretendían introducir al país en el camino de la democracia, todo esto se fue al garete conforme la cúpula militar, formada por ancianos conservadores, el llamado consejo de ancianos o Genrö (元老), se fue haciendo con el poder en la sombra, controlando a los primeros ministros y hasta al emperador.
Por esta razón, la democracia no llegó hasta la rendición de Japón en la Guerra del Pacífico y las reformas introducidas por el gobierno americano (conflictivas y que siguen dando que hablar en la actualidad). Estados Unidos elaboró una constitución a su medida, prohibiendo de antemano el rearme al país y controlando su política económica, gravemente dañada por las medidas para una economía de guerra. También realizaron tratados comerciales que les beneficiaba y dejaba a Japón en una situación de clara inferioridad (aunque esto se revirtiera en los años 70 y 80 debido al yen y a la fortaleza industrial nipona).
La ocupación americana duró hasta 1952. A partir de este año el parlamento japonés, bajo un sistema de monarquía parlamentaria, se hizo cargo del gobierno. Desde entonces, y hasta el año 2009, el partido conservador gobernó de forma casi continua el país a excepción de algunos años en la década de los 90.
Es esta una de las razones (digo una, que no la única) por la que la política japonesa actual carga con esa inestabilidad: la inexistente bipolarización del sistema (del multipartidismo ni hablamos). Durante décadas, los políticos del Partido Liberal Democrático (Jiyü-Minshu-Tö en japonés, 自由民主党, abreviado Jimintö) se afianzaron en sus puestos, tejiendo una inmensa red de contactos, amistades y negocios que, durante los primeros años beneficiaron a la industria nipona, pero a partir de los 90 todo estalló y salieron a la luz muchos casos de corrupción. Esta es una de las consecuencias de que un partido estuviera tanto tiempo en el poder: las empresas, como sabían que el partido en el gobierno iba a ser el mismo ya que era muy difícil que perdiera las elecciones (debido sobre todo a la patológica aversión de la sociedad japonesa al cambio), sobornaban a los políticos para que favorecieran sus negocios.
Con todo, la economía japonesa experimentó uno de los mayores crecimientos de la historia de la humanidad y durante la era dorada (desde una mirada amplia, sería desde finales de los 60 a finales de los 80) la población se enriqueció hasta niveles insospechados. El consumo interior era alto, el comercio exterior muy productivo y a todo esto ayudó la moneda japonesa, considerablemente barata.
Sin embargo, esto perjudicaba a los norteamericanos, que veían como los productos japoneses invadían su mercado y la balanza comercial estaba desigualada. Por ello, en una reunión con el primer ministro japonés y los dirigentes de varios países, acordó la subida del yen en 1985.
Esto fue el detonante de la larga crisis que soporta Japón desde principios de los 90. El consumo interior disminuyó y muchas empresas quedaron endeudadas. Todo tuvo como consecuencia el estallido de la burbuja económica a principios de los noventa, que echó al traste el crecimiento continuado japonés desde la posguerra.
Precisamente fue en estos años cuando se produjo un cambio de gobierno: el sempiterno gobernante Partido Liberal Demócrata perdió las elecciones y formaron coalición de gobierno una serie de partidos de la oposición en 1994. Si bien esta coalición no empezó mal, no duró mucho, pues al par de años el Jimintö volvió al poder.
Los cambios de primer ministro seguían sucediendo: unos dimitían por corrupción, otros por incapacidad, otros por escándalos, etc. Aún así, la sociedad japonesa seguía votando al partido conservador (esto no es una característica solo de los japoneses, por lo que veo). Sin embargo, llegó el año 2001 y el idolatradísimo Koizumi Jun-ichirö (el Richard Gere japonés, le llamaban, no sin razón) se hizo con las riendas del poder. Este señor es uno de los políticos japoneses mejor valorados, posiblemente gracias a su populismo. Conservador y bastante polémico, su popularidad en Japón iba en aumento, a la par que el odio que generaba entre el resto de países asiáticos por sus controvertidas declaraciones en relación con la guerra del Pacífico y su visita al templo Yasukuni, dedicado a los japoneses caídos en combate y que supone una afrenta al pueblo coreano y chino.
Koizumi dimitió en 2006 por razones personales y con una alta cota de popularidad. Desde entonces, y hasta el año 2009, le sucedieron 3 primeros ministros, uno por año. La escasa populalidad de Taro Aso (2008-2009), uno de los políticos más odiados del nuevo siglo por sus comentarios que yo calificaría de "persona poco inteligente", hicieron al Jimintö perder las elecciones en 2009 frente al Partido Democrático (Minshuto, 民主党, de centro izquierda, aunque yo no lo calificaría como tal) por primera vez.
El Partido Demócrata estaba dirigido por Yukio Hatoyama, nieto de un antiguo Primer Ministro. Su victoria fue un hito en la historia políticia de Japón y realmente tenía un programa de modernizar el gobierno, durante décadas estancado. Una de sus medidas más populares era reducir el número de burócratas, que desde los años 50 controlaban la política y, sobre todo, encarecían los impuestos y ralentizaban cualquier procedimiento.
Sin embargo, su mandato duró hasta junio de 2010, cuando tuvo que dimitir por el escaso apoyo popular (totalmente opuesto al de un año antes) y de su propio partido. La razón principal fue "bajarse los pantalones" frente a Obama (siento no encontrar otra expresión, pero es la que me parece más adecuada) y mantener la base militar norteamericana en Okinawa, a pesar de que una de sus promesas electorales era eliminarla.
Le sucedió Naoto Kan, actual primer ministro que ha tenido que superar algún que otro escollo dentro de su propio partido, pero cuya aceptación en la población japonesa es bastante buena, pues se le ve como un político honrado y capaz.
Veremos qué le depara a Kan, cuyo principal problema está en su propio partido, el antiguo secretario general del mismo Ichiro Ozawa, que le ha declarado la guerra por el poder.
De lo que uno se viene a enterar. Ahora se que no solo en México ahy problemas políticos.
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