viernes, 18 de febrero de 2011

Días 5 a 9: Ko Samui

El frío que pasé en el tren me dejó mal cuerpo. No entiendo cómo pueden poner el aire acondicionado tan fuerte. No exagero si digo que podíamos estar a 5 grados.
Llegué a la estación de Surat Thani por la mañana, pero luego hasta Ko Samui aún quedaba un largo camino. Desde Surat Thani tuve que coger un par de autobuses hasta el puerto, donde a su vez monté en el ferry. Cada uno de los trayectos duraba más de una hora, por lo que finalmente no pude llegar al hotel hasta las tres de la tarde. En Bangkok el transporte no estaba mal del todo, pero ya en el sur del país es un auténtico desastre. Las compañías de tours y viajes organizados se las ingenian para meter a varios grupos en el mismo autobús, por lo que si tienes la mala suerte de bajarte en el último destino, tu viaje tardará bastante más de lo previsto. Viéndolo en el mapa, no son más que unas pocas decenas de kilómetros, pero mi viaje desde la ciudad de Surat Thani hasta el puerto tardó casi tres horas precisamente por eso. 
El trayecto en ferry tardó unas dos horas aproximadamente, bastante agradable por tratarse del primer sol de la mañana. Una vez en el puerto de Nathon cada uno debe arreglárselas para llegar a la playa donde tiene el hotel. Es aquí donde intentan aprovecharse descaradamente de los turistas, pues los taxis pedían 600 bats hasta la parte oriental. Cogí una mini furgoneta roja que trasladaba a otros tailandeses por solo 100 bats, un precio más que razonable.
Durante los siguientes cuatro días no hice más que disfrutar de la playa. Aunque personalmente me gustaron más las costas de la península de Yucatán, en México, las de Ko Samui tampoco estuvieron mal del todo. Quizás me esperaba demasiado y el tiempo no ayudó, ya que hacía bastante viento y el mar estaba bastante embravecido, por lo que no dejaba relucir ese famoso color azul verdoso.

La isla no tiene ningún interés cultural, a excepción de un pequeño Wat que hay al norte. Por la mañana está bastante llena de parejas mayores (al menos la playa donde yo estaba, Lamay), y por la noche la gente joven (y no tanto) salía a beber en un ambiente de prostitución y pederastia que a mí no me hizo ninguna gracia. Puede que me equivocara de playa, o no, pero no deja de ser vergonzoso que los occidentales vayan a una isla perdida en el mar, donde ni siquiera había policía, para tener sexo con menores. La fama de Tailandia con respecto a la prostitución infantil no es una leyenda. Es la realidad pura y dura, y lo que más duele es que seamos los occidentales, que se nos llena la boca hablando de los derechos humanos, los que empeoramos la situación. Palabrería barata occidental. A ver si dejamos de ser tan sumamente cínicos y damos ejemplo de una vez.
Tras los cuatro días de reflexión, hice el camino de vuelta a Bangkok del mismo modo. Y con las mismas vueltas, claro está. Desde Bangkok cogeré un autobús que me llevará hasta el corazón de mi viaje, el motivo por el que he llegado hasta aquí: las ruinas de Angkor, en Camboya. Si es tan solo una décima parte de lo impresionante que dicen que es, estoy seguro que no decepcionará. Veremos qué tal.

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