domingo, 13 de febrero de 2011

Día 1: Llegada a Bangkok

Tras una corta espera en el aeropuerto de Kuala Lumpur, muy exótico y con mini selvas de por medio, embarqué en el avión con destino a Bangkok. Tengo que decir que la cena que sirvieron durante el vuelo es de las mejores que he probado en un avión. Bien simple: arroz indio con brochetas de pollo con una salsa de curri con sabor a almendras.
Una vez en el aeropuerto de Bangkok, la espera para pasar el control de pasaportes fue interminable, y eso que estaban todas las ventanillas disponibles. Y es que en la era de la informática siguen haciendo las anotaciones a boli.
 Cerca de Kao San Road, calle de los albergues
Para ir a la ciudad tuve que coger el tren de cercanías que une el aeropuerto con el centro. Al bajarme en la estación de Phaya Thai anduve durante una media hora, con la intención, iluso de mí, de llegar caminando hasta el hotel, el cual se encontraba en la otra punta de la ciudad. Harto de andar con la mochila a cuestas me aventuré a coger un taxi, y viendo que no paraba ninguno decidí montarme en una moto a tres ruedas que hacen de taxis turísticos: los famosos tuk-tuk. Desde el momento en el que me bajé en Sanam Luang, aprecio más mi vida. Si me quejaba del tráfico caótico en Seúl, Bangkok es ya el no va más... Vivir un pique entre dos moto-taxi es una experiencia que te hace replantearte la vida...

Sanam Luang es un gran parque con innumerables puestecillos de comida, amuletos y artículos varios. Es el lugar por excelencia para pasar un tranquilo domingo en Bangkok y para los tailandeses es un lugar espiritual, donde se realizan las cremaciones reales y otras ceremonias de la corona.
Un Tuk-tuk

El hotel (más bien una pensión) no costó encontrarlo, pues está en una zona que más bien parece un enorme puticlub. Y es que Bangkok por la noche, y que me perdonen los tailandeses, se asimila más a un gigantesco centro de marcha que a una capital. Al menos esta es la primera impresión al llegar. Veremos cómo evoluciona. Por ahora lo primero que se me viene a la cabeza es que tenía que haber subido un poco el presupuesto para el alojamiento. Esas hormigas en el cuarto de baño me van a hacer una compañía inesperada e innecesaria estas tres noches.

Mañana, templos y museos.

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